Comentario sobre el libro "La Ciudad de Las Bestias"



Eranse una vez un águila y un jaguar

Suele suceder que después de haber leído la mejor obra de cierto autor, el ambicioso lector afronte sus  siguientes publicaciones con incontenible expectación y  la consiguiente además de, casi segura, desilusión.
Aunque puede suceder todo lo contrario. Ese nobel autor, irá escalando peldaños en los exigentes afectos del lector llegando incluso a desplazar a otros.
Todo depende de quién lo lea y en qué momento de su vida lo haga.
 Hay autores, de hecho, todos son capaces de producir sentimientos totalmente contradictorios con el mismo libro. Este es el caso del intento -no fallido pero al menos bastante menos brillante-  de la escritora Isabel Allende por incursionar en el mundo de la literatura juvenil.
Con su trilogía “Memorias del Aguila y el Jaguar”, la chilena reconocida especialmente por “La casa de los espíritus” emprende un proyecto encargado por “Greenpeace”  y la editorial Mondadori en busca de una política común que permita la producción de libros ecológicos con contenidos pro ecológicos.
Haciendo gala de su potentísima imaginación, en el primer libro de esta saga, “La ciudad de las Bestias”, la autora presenta maravillosos paisajes, cargados de color, vegetación y ambientes exóticos.
La increíble aventura del adolescente Alexander Cold, parece extraída de una de las  crónicas de indias; aquellas que daban noticia de los últimos acontecimientos en el recién descubierto nuevo mundo.
El, es un joven, común, que ha tenido que cambiar de casa porque su madre está siendo sometida a un largo tratamiento médico. Si todo es complicado, la cosa se torna a peor cuando el chico viaja al Amazonas con Kate, su abuela.
La expedición en la que van, está compuesta por personajes bastante excéntricos como el profesor Leblanc, un patético y arrogante antropólogo que  resulta ser un permanente incordio para todos; el  misterioso Karakawe que siempre está hurgando en las cosas de la bella doctora Omayra; Nadia Santos una niña que le enseña a Alex cómo desenvolverse en la selva y los malos que son quienes ponen el toque peligroso a la trama.
En ese exuberante entorno donde viven unos singulares indios,  el chamán Walimai de quien ya nos habló la autora en “Cuentos de Eva Luna”, y las “perezas”, el joven citadino descubre valores como la amistad y la lealtad. Aprende a “mirar con el corazón” y se asombra de las cualidades propias que se le revelan.
Con esta trilogía, es clara la intención de Allende. Provocar una inquietud. Motivar una reflexión sobre los riesgos que corre ese frágil ecosistema permanentemente amenazado.
Asigna a los dos más jóvenes del grupo, la responsabilidad de mantenerlo lo más sano posible. Es su voto de confianza en el futuro.
Estamos pues, ante una magnífica y colorida arenga, un discurso pintado de colores.
Como lectora -no fanatizada- de Isabel Allende, admiro una vez más su cualidad narrativa. Reconozco un gran valor literario en esta obra pero lo que más aplaudo es la intención, el mensaje que se revela poco a poco a medida que leo el libro. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

En la ciudad de las bestias Isabel Allende pone hábilmente en una misma coctelera raciones iguales de fantasía y realidad, y el resultado es un libro refrescante que engancha desde la primera página.
Habla sobre un joven, Alex Cold que es arrastrado por su abuela a una aventura al Amazonas. Allí, Alex, se propone un doble objetivo:
Salvar a una tribu de indios y conseguir un remedio para curar a su madre del cáncer que está sufriendo.

Es una novela sin demasiado ritmo e intriga y está llena de los elementos tópicos que suelen caracterizar una novela de aventuras:
Un protagonista de ciudad que acaba entendiendo la naturaleza. Un tesoro que tienen que conseguir. Un traidor en el grupo.
La intención de Allende al escribir esta obra era transmitir ideales ecológicos a los jóvenes, pero me parece que falla en ese último punto, ya que la novela se queda con un lenguaje un poco infantil, pero es la primera incursión en novela para jóvenes de la autora.

Pero tiene muchas cosas a favor que compensan las anteriores: Las descripciones de la selva están hábilmente narradas, consiguiendo que nos imaginemos una gran hermosura; el personaje de Kate Cold es uno de los mejores y más interesantes de los que he leído; los valores de amor a la naturaleza y respeto a los indígenas y la importancia que cobran todos los personajes secundarios.

En conclusión, es una típica novela de aventuras, con hermosas descripciones, pero escrita en un lenguaje infantil.