Impactantes, resultaron las informaciones, especialmente las imágenes, que vimos este fin de semana sobre el brutal ataque a un toro durante las Corralejas de Turbaco.
Tal y como lo expresa la Plataforma Colombiana por los Animales, -ellos hicieron viral el video- estas prácticas están a la orden del día en este tipo de festividades populares, ensombreciéndolas, llenándolas de sangre y violencia.
Los excesos, son alimentados por el alcohol, el ambiente festivo, y la indiferencia de las autoridades que se limitan a afirmar, con su cara de “yo no fui”, que se trata de hechos aislados, cuando los habituales de las fiestas tradicionales saben, así como las autoridades, que cada año es mucha la sangre de animales y a veces de víctimas humanas, que corre por las calles.
Pero claro, este es un país donde ni siquiera las leyes actúan por el respeto a la vida y el fin de la violencia que tanto clamamos los colombianos, pues a pesar de que la crueldad con la que esas personas atacaron al animal refleja muchísima violencia, nuestras leyes jamás han cuestionado, ni mucho menos penalizado debidamente el maltrato de animales, sino que más bien, haciendo gala de gran cinismo, han desplegado un inmenso paño tibio llamado Estatuto Nacional de Protección Animal (Ley 84 de 1989).
La propia ley, absuelve al rodeo, el coleo, las corridas de toros, las novilladas, las corralejas, las becerradas, y las riñas de gallos, es decir, que en el marco de cualquiera de estas actividades, es legal que se cometan atrocidades como la vista en Turbaco.
El Exabrupto, avalado por la Corte Constitucional, quien además aduce que “se trata de espectáculos tradicionales”, corrobora la arbitrariedad en la que vivimos, clamando por la paz pero ignorando que prácticas como las que desencadenan hechos lamentables como éste, hacen apología a la violencia, al desprecio por la vida, a las conductas viles y cobardes.
Peor aún, en aras de defender la tradición se están enviando mensajes errados a jóvenes y niños. Ellos, participan de las fiestas y, desde luego, imitan las conductas que ven en los mayores.
Sí, suena a moralina pero es necesario para recalcar que no, repito NO, está bien matar por diversión, aunque ciertas tradiciones pregonen prácticas como la tortura o el asesinato.
No puede defenderse una tradición que se regodea en la crueldad. Nuestra sociedad ha evolucionado lo suficiente como para pensarse y verse a sí misma desde cierta distancia, reflexionar y corregir los errores que ha cometido.
Desde ahí, desde esa nueva visión de sí misma, esta sociedad podrá defender la sana tradición, la del respeto por la vida, la de la celebración del milagro que es la naturaleza con todo lo que la compone y encaminarse a sí misma hacia un país que sea el que ella quiere, un país donde NO matar, sea la tradición.
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